A comienzos de los noventa, David Lynch y el guionista Mark Frost revolucionaron la pantalla chica con Twin Peaks.
Esa serie presentaba un desfile de personajes que si bien eran reversiones de los protagonistas de un culebrón tradicional, en manos de esa dupla creativa todos ellos se convertían en criaturas extravagantes.
Y de todos los personajes que desfilaban por esa serie, hubo uno que interesaba especialmente a Lynch.